Alan Rickman, extraordinario actor de formación sheakespereana, cargó hasta su muerte con la certeza de que debía su fama al profesor Snape que compuso en la saga de Harry Potter. Lo propio podía afirmar Carlos Vogt, que dibujó historias firmadas por Hugo Pratt y Héctor Oesterheld, pero quedó en la retina de generaciones de lectores gracias a Pepe Sánchez y al Tino Espinoza de “Mi novia y yo”. Pero Vogt, fallecido el viernes a los 85 años, jamás renegó de esa sentencia histórica, dictada nada menos que por los millones de lectores que devoraban los cómics de la extinta Editorial Columba.
El trazo clásico, detallista e inconfundible de Vogt se ajustaba a la perfección con el humor y con el melodrama. Si Mandafrina dictó cátedra en el policial y Dalfiume lo hizo en el western, Vogt fue un maestro del costumbrismo contemporáneo. “Cuentos de Almejas”, con guión de Pedro Mazzino, fue un ejemplo en ese sentido y logró un efecto sorprendente: acercar a la historieta a las mujeres cuando la abrumadora mayoría de los lectores eran varones.
Esto no significa que Vogt no haya dibujado aventuras. Al contrario; hay infinidad de títulos que lo demuestran: “El Apache”, “Tierra del Fuego”, “Mark Cabot”, “Joe Gatillo”, “Cachas de oro”, “Doc Carson”, “Billy Grant”, “Larry Trenton”, entre otros, con guionistas consagrados como Oesterheld (el creador de “El eternauta”), Ray Collins, Alberto Ongaro y Alfredo Grassi, que firmaba como Sir William Woolrich.
El encuentro con Robin Wood fue la fusión de dos planetas en la cima de sus posibilidades creativas. “Éramos los niños mimados de la historieta”, destaca Wood en el lujoso volumen dedicado a la vida y a la obra de Vogt que publicó la editorial Ferullo Burke en 2016. “Decidimos crear un James Bond criollo y elegimos como imagen a un mozo de café al que había que traer con un tractor para que nos atendiera”, comentó sobre el nacimiento de Pepe Sánchez. Y en el caso de “Mi novia y yo”, reveló que para dibujar a Tino Espinoza, el protagonista de la tira, a Vogt se le ocurrió utilizar la cara de... Robin Wood.
¿La historia de un periodista que porta novia irresistible, suegro insoportable y jefe maléfico? ¿Y que además tiene un perro llamado Tom cuyos pensamientos son lo más filoso de la trama? El combo funcionó a tal punto que hizo de Intervalo una de las revistas más vendidas de América latina.
La producción de Vogt, tan prolífica, jamás bajó ni un milímetro de los elevados estándares de calidad impuestos desde que, siendo muy chico, se encontró con el maestro José Luis Salinas (a quien lo unía un lejano parentesco). Incursionó también en las artes plásticas, aunque fue tan poderosa su marca en el universo del cómic que resulta difícil disociar su impronta de la que enamoró a tantos lectores. Y sigue enamorando, porque sus creaciones viven para siempre.